Puede que no sientas ganas de mantener relaciones sexuales, puede que no sientas placer en la cama, tu pareja te gusta, pero el sexo no es como antes.
En toda relación se espera que la pareja brinde cuidados al otro, cuidados que se potencian mayoritariamente en tiempos de crisis o de dificultades, además de plantear en quien otorgue este cuidado que ha de tener la capacidad de reconocer cuando su pareja necesita esta ayuda y proporcionársela, siendo además amoroso y respetuoso, aceptándolo en toda su gama de ser y sentir, con aceptación y flexibilidad.
Esta capacidad de dar cuidados, implica ser una figura de apego segura para la pareja, ser una fuente de confort, permitiendo al otro volverse hacia su pareja en tiempos de crisis. La importancia de esta habilidad es que se desarrolla cuando el sujeto ha experimentado cuidados en su primera infancia, es decir, que estos adultos de niños tuvieron un cuidador sensible, que respondía a sus necesidades. En cambio, si el sujeto que brinda el cuidado vivenció experiencias negativas en su niñez, tendrá mayores probabilidades de ser poco sensitivo.
Por tanto, un vínculo seguro es siempre un factor protector frente a las diferentes adversidades de la vida y del ambiente; y un vínculo inseguro, sería entonces un factor de vulnerabilidad frente a las adversidades de la vida, situaciones que implican necesariamente estados emocionales y su regulación en el ambiente. En la búsqueda de pareja «se busca a menudo a otro con un grado parecido (o complementario) en cuanto a la calidad del vínculo», siendo la pareja una figura reguladora del estado emocional del otro. Con esto, se espera que los sujetos inseguros, generalmente en su búsqueda de parejas, lleguen a regulaciones emocionales conflictivas que no logren equilibrar sus estados internos, en cambio, los sujetos con vínculos seguros tienen como consecuencia generalmente una estrategia constructiva social de relaciones amistosas, lo que pronosticaría una relación de pareja estable y de buena calidad.
De este modo, en el amar a una pareja se involucran las habilidades de modular las emociones, la estabilidad, además del componente fisiológico. En otras palabras, para que haya una relación amorosa reciproca, se necesitan dos sujetos separados con capacidades autónomas y deseos de hacer contacto y honrar las diferencias entre ellos.
Desde TWC acompañamos en la reorganización del vínculo. Nuestras experiencias en la infancia no determinan nuestras experiencias adultas, y podemos aprender a afrontar nuestras relaciones de pareja de modo que sean saludables y nos lleven a tomar decisiones responsables sin sufrir “daños”.
En toda relación intersubjetiva las personas actúan según sus modelos internos de relación. En la relación de pareja, sea esta estable o no, es inevitable actuar según las representaciones mentales grabadas a lo largo de la historia socioafectiva, que componen los modelos internos de relación. Éstas han podido ser enriquecidas y mejoradas por las experiencias vitales a lo largo de la biografía, o bien justamente lo contrario.
De este modo, dependiendo de la historia de cada miembro de la pareja, los vínculos que cada uno haya establecido con sus figuras de referencia, creencias, experiencias previas, etc. se va a establecer un modo particular de relación con el otro donde pueden surgir diferentes conflictos. Así, una persona podría percibir que una situación de intimidad, entendida ésta como un espacio psicológico compartido, es segura y confortable, mientras que otra podría percibirla subjetivamente como insegura o peligrosa. Cuando esto ocurre, pueden aparecer dificultades en el área sexual, como la inhibición del deseo sexual, anorgasmia, vaginismo, eyaculación precoz, entre otros.
La situación de intimidad de una pareja asociada al ámbito sexual puede ser percibida como peligrosa al ser una fuente de ansiedad negativa por el miedo percibido, real o imaginario, al abandono o a la perdida. En estos casos, se activan representaciones mentales que generan inseguridad desprotección, desvalimiento y como consecuencia dan lugar a modelos de relación insensibles, fríos y distantes.
Igualmente, las personas con vínculos inseguros tenderán a mostrar estados de hipervigilancia que, en algunos casos, pueden aparecer hacia todo signo percibido de desaprobación o duda de sí mismo por parte del otro, pudiendo ser una de las posibles fuentes de ansiedad que altere el ciclo psicofisiológico de respuesta sexual. Esta percepción subjetiva de desaprobación puede haber sido evocada por situaciones vividas de abandono o negligencia procedentes de la historia vincular, particularmente de la infancia, y que acuñaron las correspondientes representaciones mentales que ahora se expresan de este modo, en este espacio de vulnerabilidad que constituye la intimidad erótica. Del mismo modo, las personas evitativas tendrán dificultades para “leer” adecuadamente el estado emocional de la otra persona; ello les impedirá conectar emocionalmente, empáticamente, y armonizar las interacciones eróticas.
La vulnerabilidad en el espacio de la intimidad puede deberse al hecho de que el tipo de comunicación cambia absolutamente. Las habilidades sociales que pueden servir en las relaciones personales no sirven en la intimidad donde los códigos cambian.
Desde TWC te ayudamos a superar las dificultades que puedan surgir en el área afectivo-sexual. Nuestro objetivo es que el paciente pueda conseguir bienestar con la intimidad, capacidad para dejarse llevar por intensas sensaciones de placer, interés, sensibilidad y respeto por el bienestar del otro.
Por otro lado, los casos de infertilidad suelen suponer una “crisis vital” para las personas que la padecen y sus parejas. El impacto psicológico experimentado en estos momentos puede repercutir negativamente en la relación de ambos cónyuges desencadenando problemas afectivos de diversa índole. En estos casos, nuestra intervención profesional se centrará en ayudar a la pareja a superar el diagnóstico y a afrontar con éxito los problemas ocasionados en su relación.
La terapia sexual consiste en las intervenciones que el terapeuta realiza con el paciente centradas en ayudar a éste a movilizar los recursos que ya posee para afrontar sus dificultades en la expresión erótica y afectivo-emocional.
El objetivo, por tanto, no se centra exclusivamente en el síntoma concreto, anorgasmia, orgasmo precoz, dificultad de erección o de lubricación vaginal, dificultades con el deseo erótico, etc., cuya remisión daría por concluida la terapia, sino en la percepción de satisfacción experimentada por la persona en el conjunto del sistema de pareja. El tratamiento consistiría en hacer transitar un sistema de relaciones sexuales percibido como insatisfactorio, hacia la percepción de satisfacción. Para ello, lógicamente, la remisión de los síntomas es necesaria, puesto que éstos pueden ser obstáculos esenciales, pero el objetivo va más allá en la medida en que lo que se pretende es que la persona o pareja lleguen a definir por sí mismas los criterios de satisfacción afectivo-sexual en base a valores personales y no tanto a valores socialmente inducidos. Desde este punto de vista el concepto de lo funcional o disfuncional depende de la definición que la pareja hace a partir de la experiencia erótica y no de las conductas sexuales.
Desde TWC la terapia sexual se desarrolla desde una intervención psicológica integral y una perspectiva sistémica e intersubjetiva donde el terapeuta considera los perfiles de apego de cada miembro de la pareja, el estilo de interacción, las expectativas y los objetivos en relación con el otro. Desde este punto de vista, se establece como objetivo terapéutico lograr un espacio protegido de intimidad que sea percibido como un lugar seguro, cálido y confortable. De este modo, el papel del terapeuta consiste en contribuir a establecer con los pacientes nuevos vínculos potenciando nuevas experiencias vinculares entre los miembros de la pareja que sirvan de “experiencias correctoras” que sean susceptibles de ser integradas como nuevas representaciones mentales que tiendan a modificar los modelos internos previos.
El terapeuta por tanto se centra en promover nuevas formas de vinculación en el sistema de pareja, al tiempo que maneja correctamente los inevitables vínculos que se producen entre cada miembro de la pareja y el sistema en su conjunto.
Se pueden establecer diferentes niveles de intervención en función de la demanda que se formula en las consultas. No todas las dificultades sexuales responden a causas profundas. En este sentido pueden considerarse tres niveles de intervención:
Terapia sexual propiamente dicha: Se trata de plantear un proyecto psicoterapéutico consistente en la evaluación, diagnóstico, enunciado de hipótesis explicativas de las causas de las dificultades concretas y del tratamiento previsto.
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